La cuestión de la sanidad en la fe cristiana es compleja y multifacética. Según la Biblia, Dios tiene el poder y el deseo de sanar (Mateo 8:16-17), y Jesús realizó numerosas sanidades durante su ministerio terrenal. Sin embargo, no siempre es su voluntad sanar físicamente a todos en esta vida. El apóstol Pablo, por ejemplo, tenía un “aguijón en la carne” que Dios no quitó, pese a sus oraciones (2 Corintios 12:7-9).

La salvación, sin embargo, es el tema central del Evangelio. Jesús vino para buscar y salvar lo que se había perdido (Lucas 19:10). La sanidad física es temporal, mientras que la salvación es eterna. La iglesia debe proclamar la salvación a través de Jesucristo como el mensaje fundamental, sin dejar de reconocer y orar por la sanidad cuando sea apropiado.

La fe debe centrarse en confiar en la voluntad de Dios, que es soberana y perfecta, ya sea en sanidad o en cualquier otro aspecto de la vida.