Saludos mi hermano, la paz sea con tigo.

En el Nuevo Testamento, tener unción se refiere a la obra del Espíritu Santo en la vida del creyente, capacitando, consagrando y guiándolo en su relación con Dios y en el cumplimiento de Su propósito. El término griego χρίσμα (chrisma), empleado en pasajes clave como 1 Juan 2:20 (“Pero vosotros tenéis la unción del Santo”) y 1 Juan 2:27 (“La unción que vosotros recibisteis de él permanece en vosotros”), describe esta habilitación espiritual, que se manifiesta en conocimiento, discernimiento y poder para vivir en la verdad y rechazar el error.

En el Nuevo Pacto, la unción ya no es un acto externo reservado para roles específicos, como reyes, sacerdotes o profetas, como en el Antiguo Testamento. En cambio, todos los creyentes en Cristo, el Ungido de Dios, tienen acceso a esta unción a través del Espíritu Santo. Esto se refleja en textos como 2 Corintios 1:21-22, donde Pablo declara que Dios nos ha ungido y sellado con el Espíritu como garantía de nuestra herencia. Asimismo, en Hechos 10:38 se resalta que Jesús fue ungido con el Espíritu Santo para realizar Su misión, y esta misma habilitación es dada ahora a los seguidores de Cristo.

La unción en el Nuevo Testamento tiene un doble propósito. Por un lado, representa la consagración y la santidad del creyente, marcando su vida como apartada para Dios. Por otro lado, implica empoderamiento para el servicio, capacitando a los cristianos para cumplir la misión del Reino mediante dones y ministerios diversos. Además, la unción trae discernimiento espiritual, como señala 1 Juan 2:27, al enseñar y guiar en la verdad, protegiendo contra el error doctrinal y las influencias engañosas.

En este contexto, tener unción no es algo limitado a ciertos creyentes, sino una realidad que pertenece a todos aquellos que están en Cristo. Es la presencia del Espíritu Santo que mora en ellos, guiándolos en santidad, verdad y misión. Por lo tanto, tener unción en el Nuevo Testamento significa vivir bajo el poder transformador del Espíritu Santo, quien consagra, empodera y dirige al creyente en el propósito divino.