que fueran creados a su imagen no signiica que fueran perfectos eso solo muestra su devilidades ante el engano de la serpiente.

En el relato de Génesis 1:26, la frase “a imagen de Dios” (hebreo: tselem Elohim) se refiere a que el ser humano comparte con Dios ciertos atributos distintivos como la facultad de razonar, la conciencia moral y la capacidad de relacionarse. No implica ser divinos o moralmente infalibles, sino portadores de un reflejo de la naturaleza de Dios con responsabilidad y libertad de elección.

Cuando Génesis describe la creación de todo como “muy bueno” (1:31), no significa ausencia de la posibilidad de pecar, sino un estado de armonía inicial. Al situar el árbol del conocimiento del bien y del mal (Génesis 2:16-17) y advertirles no comer de él, Dios presenta a Adán y Eva la oportunidad de ejercer su libre albedrío. El mandamiento ofrece la posibilidad de obedecer voluntariamente o de desobedecer.

La desobediencia de Adán y Eva (Génesis 3) ilustra que el libre albedrío es una parte esencial de la “imagen de Dios”: el ser humano no es un autómata, sino un agente moral capaz de elegir. Su “muy bueno” describe un estado sin corrupción ni muerte, pero no un estado divino o infalible. Así, la elección de pecar no contradice haber sido creados “a imagen de Dios”, sino que demuestra que esta imagen incluye la capacidad de responder -para bien o para mal- a la voluntad divina.