La Deidad de Jesús: Juan 1:1-14

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La Deidad de Jesús: Juan 1:1-14

¿Cómo revela el prólogo del Evangelio de Juan (Juan 1:1-14) la naturaleza divina de Jesucristo y su papel en la creación y la redención de la humanidad?

Baudilio Nuevo comentario publicado 14 de diciembre de 2024
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“En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. Este era en el principio con Dios. Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho. En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz en las tinieblas resplandece, y las tinieblas no prevalecieron contra ella” (Juan 1:1-5).
La palabra3 “Evangelio” declara cómo nos amó Dios cuando envió a nuestro Señor Jesucristo al mundo. Tenemos que notarlo bien. Porque es importante saber cómo la Santa Escritura usa las palabras.3 Es cierto que no tenemos que detenernos en palabras3 solamente, sin embargo, no podremos entender la enseñanza de Dios a menos que conozcamos el procedimiento, estilo y lenguaje que él usa. Tanto más tenemos que notar esta palabra3 si tenemos en cuenta la práctica común de referirnos a la Santa Escritura como a la Ley y el Evangelio. La intención de quienes hablan de esa manera es que todas las promesas del Antiguo Testamento debieran ser referidas a la palabra3 “Evangelio.” Ciertamente, es una buena intención, sin embargo, no es así como la Santa Escritura habla de sí misma. Por reverencia al Espíritu de Dios debiéramos ser cuidadosos y retener el modo de hablar que él usa para instruirnos.4
La palabra3 “Evangelio” indica que Dios, enviando a nuestro Señor Jesucristo, su Hijo, se declara a sí mismo el Padre de todo el mundo. San Pablo escribe a los efesios diciendo que Jesucristo vino para evangelizar a los que estaban cerca y a los que estaban lejos de Dios. Los cercanos eran los judíos, que ya estaban aliados a Dios. Los lejanos eran los paganos, separados de su iglesia. Cuando hayamos considerado esto a la luz de toda la Escritura veremos que esta palabra “Evangelio” no tiene otro significado.
Es por eso que esta palabra3 es el título de los cuatro relatos5 escritos referidos a cómo nuestro Señor Jesucristo vino al mundo, cómo vivió,6 cómo murió, cómo resucitó, cómo ascendió al cielo. Todo ello, digo, figura bajo el título “Evangelio.” Y ¿por qué todo ello? Porque la sustancia del Evangelio está encerrada en la persona del Hijo de Dios, cosa que ya he dicho. Ciertamente, los padres antiguos’ tenían las promesas de la salvación. Estaban bien seguros de que Dios sería su Padre. Sin embargo, no tenían la garantía8 en cuanto al amor de Dios y en cuanto a ser adoptados. Porque cuando Jesucristo vino al mundo Dios firmó y selló su amor paternal. Hemos recibido un testimonio pleno de la vida, cuya sustancia (como ya he dicho) la tenemos en Jesucristo. Es por eso que San Pablo dice que todas las promesas de Dios están en El, sí y amén. Porque en ese momento Dios ratificó todo lo que había dicho y prometido antes a los nombres.
De modo que no es sin causa que aquellos cuatro relatos se hayan llamado “Evangelios,” en los cuales se nos declara cómo fue enviado el Hijo de Dios, cómo tomó carne humana, y cómo trató con los hombres en esta vida. Todo ello está encerrado bajo el nombre “Evangelio,” porque el evangelio nos declara cómo Dios perfeccionó y cumplió con todo lo requerido para la salvación de los hombres, y todo ello se hizo en la persona de su Hijo.
Bien puede San Pablo hablar de su evangelio,9 pero ¿de qué manera? No es que haya escrito un evangelio, sino que su enseñanza se conformaba a todo lo contenido en los evangelios. Entonces, siguiendo lo que ya he dicho, cuando nos es proclamado10 el evangelio, ello es una manifestación de Jesucristo, para que sepamos que en él se han completado11 todas las cosas y que poseemos la verdad de aquellas cosas que han sido prometidas desde siempre. Y por todos estos motivos a las epístolas de San Pablo no se las llama “Evangelio.” ¿Y por qué no? Porque en ellas no tenemos una historia continua que nos muestre cómo Dios envió a su Hijo, cómo quiso12 que, asumiendo nuestra naturaleza, él13 pudiera tener auténtica hermandad con nosotros, cómo murió,14 cómo fue levantado y cómo ascendió al cielo. Estas

cosas, digo, no se deducen en forma continua, como una sola pieza, de San Pablo. Es totalmente cierto que la enseñanza contenida en sus Epístolas se conforma a la enseñanza del evangelio. Pero por todo ello esta palabra3 es asignada de modo especial a estos cuatro relatos, en razón de lo que ya he expuesto.
Ahora, cuando decimos que la sustancia del evangelio está encerrada en la persona del Hijo de Dios, no es para decir únicamente que Jesucristo ha venido al mundo, sino para que también podamos conocer su oficio, la misión que le ha encomendado Dios su Padre, y su poder.
Notemos la diferencia entre el evangelio según San Juan y los otros tres. Los cuatro evangelistas concuerdan totalmente en que declaran cómo apareció el Hijo de Dios en el mundo, que fue hecho verdadero hombre, en todas las cosas, semejante a nosotros excepto en el pecado. A continuación describen15 cómo murió, cómo resucitó, y cómo ascendió al cielo. En resumen allí se declara todo lo que le fue encomendado para acercarnos a Dios su Padre.
Pero hay dos cosas que son particulares a San Juan. Una es que presta mayor atención que los otros a la enseñanza de Jesucristo. Además nos declara con gran vivacidad su virtud16 y su poder. Ciertamente, los otros relatan correctamente la enseñanza de Jesucristo, pero en forma más breve. Breves resúmenes en los otros evangelios aparecen en San Juan como extensas declaraciones. Por ejemplo, en el capítulo 6 vemos lo que se dice del milagro que Jesús hizo en el desierto al alimentar una multitud tan grande. Partiendo de allí San Juan arriba a la proposición de que Jesucristo es el Pan de la Vida Eterna. Vemos esta enseñanza referida a Jesucristo, la que es extensamente expuesta por San Juan, y con mayores deducciones que las ofrecidas por los otros evangelistas, y que incluso es omitida por ellos. Y así es a lo largo de todo el Evangelio. Porque habiendo mencionado ciertos milagros y relatos17 siempre vuelve a la enseñanza hallando ocasión para introducir material que trata de la virtud de nuestro Señor Jesucristo. Desde el capítulo 12 hasta el relato17 de la pasión San Juan trata únicamente esa enseñanza.
Ahora vemos la diferencia entre el Evangelio según San Juan y los otros tres. Para expresarlo mejor, el Evangelio según San Juan es como si fuera para nosotros la llave mediante la cual comenzamos a comprender a los otros. Porque si leemos San Mateo, San Marcos y San Lucas no sabremos tan bien por qué fue enviado Jesucristo al mundo que habiendo leído a San Juan. Entonces, habiendo leído a San Juan sabremos cómo lo hecho por nuestro Señor Jesucristo, el tomar carne humana, el morir y resucitar nuevamente, nos beneficia. Leyendo este Evangelio conoceremos, digo, el propósito y la esencia de todas esas cosas. Es por eso que no se detiene en el relato como vamos a ver por el orden que sigue. Ciertamente, estas cosas debieran ser consideradas más extensamente, pero puesto que hay mucho material referido al texto que tenemos para exponer, las menciono tan brevemente como puedo.
Conformémonos entonces con lo que he mencionado resumidamente acerca del oficio de Jesucristo, es decir, que San Juan nos declara cómo fue enviado Jesús por Dios su Padre para perfeccionar la salvación de los hombres. Declara cómo asumió carne humana, cómo murió y resucitó nuevamente, cómo él es la garantía18 del amor de Dios, de cómo él es alma de nuestra redención y que en él son ratificadas las promesas de Dios. Debemos notar (como ya he dicho) que San Juan es más breve en discutir las cosas que los otros tres. Sin embargo, se detiene más tiempo en la esencia para mostrarnos la enseñanza de Jesucristo, la misión que le fue encomendada por Dios su Padre, en resumen, su virtud, su poder y su bondad hacia nosotros. La palabra “Evangelio” en sí significa “buenas nuevas.” Pero esta palabra debiera ser tan sagrada para nosotros que por ella odiásemos19 las cosas de este mundo y que pudiésemos saber que todo nuestro bienestar, felicidad, 20 gozo y gloria están en Jesucristo. Al pronunciar la palabra “Evangelio,” que quiere decir, “buenas nuevas,” aprendamos a no disfrutar irrestrictivamente21 las cosas de este mundo que son precederás22 y vanas. No

tengamos placer en23 entretenimientos, sensualidades u otras cosas de ese tipo, en cambio, regocijémonos2^ en que Jesucristo nos fue enviado, que Dios mismo se dio a nosotros en su persona,24 que Jesucristo vino a ser nuestro medio de reconciliación entre Dios y nosotros, que Dios nos acepta como hijos suyos y que sin él estaríamos perdidos y condenados. Es por eso que esta palabra debiera ser tan sagrada para nosotros que nos haga apreciar este don sin precio que nos es traído por nuestro Señor Jesucristo.
Dice de manera especial que este Evangelio es según San Juan, para que sepamos que no procede de un hombre mortal, sino que San Juan solamente es un ministro del mismo. Entonces, ¿de quién diremos que tenemos el evangelio? ¿De San Juan o de Jesucristo? Es de Jesucristo. Incluso Jesucristo usa esta forma de expresión cuando dice que la doctrina no es suya propia, sino que predica sobre la autoridad de Dios su Padre, de quien procede. Esto es así para que tengamos tanta mayor reverencia por esta doctrina y que no la recibamos como una cosa común, sino como la pura verdad de Dios que ha sido proclamada por su Hijo único. Entonces, San Juan ciertamente fue el instrumento y órgano de Dios, así como una pluma escribirá en la mano de un hombre, pero nosotros no tenemos que recibir el evangelio, escrito por él, como procedente de un hombre mortal.
Ahora llegamos al texto. El Verbo, dice San Juan, era en el principio. El propósito de San Juan es mostrarnos que así como el Hijo de Dios no comenzó a existir cuando apareció en el mundo, así tampoco comenzó cuando su virtud fue llevada a todas partes. Porque él siempre existió, desde todos los tiempos y antes de todos los tiempos. Su virtud ya residía en él y no fue tomada de ninguna otra parte, sino que hubo cierta virtud que estuvo desde el principio en el Verbo de Dios. Pero al final fue manifestada. Ahora, desde que Jesucristo fue enviado al mundo nosotros la conocemos. Entonces, San Juan quiere mostrarnos aquí que cuando Jesucristo vino al mundo fue el eterno Dios quien vino, quien nos redimió para sí mismo.
Pero para entender aun mejor la totalidad tenemos que notar punto por punto las cosas que dicen aquí. El Verbo era en el principio. No hay duda de que aquí llama al Hijo de Dios el Verbo. La razón para esto es que éste es la sabiduría que siempre hay en Dios, que es su consejo y su virtud. Ciertamente, no hemos expuesto aquí las cosas como su seriedad lo requiere. Lo digo incluso de aquellas cosas expuestas por San Juan. Porque si bien el Espíritu de Dios ha hablado por su boca no obstante, aun no ha declarado las cosas en toda su grandeza y majestad. No es un comentario derogatorio el que hacemos del Espíritu de Dios cuando decimos que no manifestó entera y perfectamente las cosas indicadas aquí. Porque el Espíritu Santo se acomoda a nuestra debilidad. En efecto, si oyéramos a Dios hablándonos en su majestad, no tendría sentido para nosotros, porque no entenderíamos nada. Entonces, puesto que somos carnales, tiene que tartamudear. De otra manera no entenderíamos. A través de ello vemos que es preciso entender que Dios se hizo pequeño para dirigirse a nosotros. Y si así no fuera, ¿cómo sería posible expresar algo de la majestad de Dios usando el lenguaje de los hombres? ¿Acaso ello no sería dar un paso demasiado grande? Entonces San Juan, aunque es un instrumento del Espíritu Santo, no habla de estas cosas en toda su grandeza. Sin embargo, habla un lenguaje que realmente es desconocido para nosotros. De todos modos uno tiene que llegar a la conclusión de que los secretos contenidos aquí no son declarados tan abiertamente que los podamos comprender como comprendemos las cosas de este mundo. Conformémonos en sencillez con lo que aquí se nos muestra. Porque nuestro Señor sabía lo que era necesario para nuestro bien. El mismo se acomodó de tal manera a nosotros y a nuestra debilidad que no olvidó ni dejó atrás ninguna cosa que pudiera ser buena y provechosa para nosotros.
Entonces aprendamos a aferramos a la pureza y simplicidad de su enseñanza, viendo cómo en este sentido el mundo ha sido engañado por necias fantasías, vana especulación y audacia diabólica. Porque cuando fue asunto de tratar estas cosas los hombres trascendieron

sus profundidades como quisieron, más allá de la revelación y doctrina, con curiosidad y audacia, para inquirir en la esencia eterna de Dios; es lo que uno puede oír en el papado, como si uno estuviera disputando sobre un rebaño de cabras y no sé qué más. No tienen más reverencia ante Dios que ante una bestia. No es preciso buscar otro testimonio mejor contra la enseñanza de los sofistas de la Sorbona para saber que allí reina y siempre ha reinado el diablo. Vuelvo a decir, aunque su enseñanza actualmente practicada por los sofistas y sorbonitas en todos los colegios del Papa es diabólica. De manera entonces (como he dicho) conformémonos con esta sencillez que nos es mostrada por el Espíritu Santo. Porque él trata con lo que es bueno y útil para nuestra salvación. Como ya lo he declarado, aquí expresó lo que era conveniente que supiéramos.
Vengamos ahora a esta palabra “Verbo.”25 Cuando San Juan llama a Jesucristo “el Verbo,” es como si dijera: “El plan eterno de Dios, o la sabiduría que habita en él.” No obstante, debemos notar que Dios no es semejante a los hombres. Cuando nosotros tenemos un plan, el mismo puede cambiar. Pero no así con Dios. Porque sea lo que fuere que está en la mente de Dios, ello no puede cambiar. Además, algún plan que podamos tener nosotros no necesariamente representa la esencia de nuestra naturaleza. Pero el plan de Dios realmente es Dios. Porque Dios no es semejante a un velo que hace sombra, como en la figura utilizada por Santiago. Nosotros somos como una sombra que aparece fugazmente pero no podemos permanecer firmes. Ahora, nada semejante a ello existe en Dios, de modo que todo lo que hay en él pertenece a su esencia y eternidad. Es por eso que San Juan declara que este Verbo realmente es Dios.
Pero en lo referido a la expresión26 (como ya lo he dicho) no debemos imaginarnos un plan o una sabiduría en Dios semejante a la palabra de los hombres. Es cierto, podemos hacer algunas comparaciones con nosotros mismos, pero siempre tenemos que tener en cuenta la gran distancia entre nosotros y Dios. Porque si los cielos están lejos de la tierra hemos de saber que Dios está aun más lejos por encima de nosotros. No hay proporción. Entonces, al deducir alguna figura del lenguaje de nuestras vidas como criaturas, siempre tenemos que tener en cuenta esta gran distancia que hay entre Dios y nosotros.
Uno puede decir correctamente que en el alma de los hombres existe una inteligencia, que está tan ligada al alma que el alma no puede existir sin la inteligencia. También existe la voluntad. No me refiero a un deseo ahora y otro deseo después, sino la facultad (como ellos dicen) de aspirar a algo, que existe en el hombre. Porque el hombre no es semejante a una piedra o a un tronco, carente de sentido y de razón, sino que lleva el sello de esta naturaleza peculiar de querer esto y aquello. De manera entonces que podemos aceptar tales figuras del lenguaje. Sin embargo tenemos que recordar que aquí estamos hablando de cosas tan elevadas que toda sensibilidad humana tiene que ser abatida y hemos de tratarlas humildemente aplicándolas en su auténtico sentido; no debemos ser demasiado curiosos, no tenemos que tener esas necias fantasías que hasta ahora han prevalecido en el mundo, en cambio tenemos que venir a la escuela de Dios para escuchar lo que él tiene para decirnos y huir de toda proposición de hombres contraria a lo que nos es expresado por el Espíritu Santo.
Sin embargo, también tenemos que notar que algunos, impulsados por el diablo, han pervertido el sentido de esta doctrina, diciendo que este verbo no era, excepto con referencia a algún plan y alguna deliberación que Dios hizo para redimir a la humanidad en la persona de Jesucristo (quien, según ellos dicen, fue una idea, como cuando una persona ha resuelto hacer algún trabajo que ha concebido en su mente). Hablando de esa manera no admiten una esencia de eternidad para el Hijo de Dios. Ahora, ya hemos visto, y aun veremos más plenamente, cómo San Juan llama a Jesucristo el Verbo de Dios para demostrar su deidad, tal como ya lo he dicho. Y que esto sea un testimonio visible de parte de Dios mismo. Porque dice que este Verbo era en el principio. De manera que tiene que haber sido eterno. Es cierto,

uno podría responder que al contrario, Moisés dice que en el principio Dios creó los cielos y la tierra, y ahora San Juan dice que este Verbo era en el principio. De esa manera pareciera que si los cielos y la tierra y otras criaturas eran en el principio, no se puede probar la eternidad de Jesucristo diciendo que el Verbo era en el principio. Pero la respuesta es fácil, es decir, cuando Moisés había de este principio nosotros tenemos que saber entender cómo habla, esto es, del cielo, de la tierra y de otras cosas que tienen un principio.
Consideremos ahora lo que dice San Juan: “En el principio” (dice él) “era el Verbo.” ¿Y dónde fue ese principio? en Dios. ¿Y cuál es el principio de Dios? No lo hay. De lo contrario Dios sería una criatura de nuestra imaginación. De manera que cuando se hace mención del principio de Dios nuestra conclusión tiene que ser que se trata de un principio carente de elemento temporal. Entonces está bien comparar el pasaje de Moisés, donde dice que en el principio Dios creo todas las cosas con este pasaje que afirma que “en el principio era el Verbo.” Porque Moisés se refiere a criaturas que comenzaron a existir en determinado momento. En cambio San Juan habla aquí solamente de Dios el cual no puede ser sin su eternidad. Entonces nuestra conclusión tiene que ser que este principio no tiene principio. Así que vemos que Jesucristo siempre fue. Es así cómo San Juan dijo que Jesucristo es nuestro Dios eterno, el cual apareció ante nosotros en carne, como también lo menciona San Pablo.
Luego agrega, “este Verbo era con Dios,” como diciendo que tenemos que separar el Verbo de todas las criaturas. Ese es el propósito del evangelista. No tenemos que pensar (dice él) que este Verbo haya tenido algo semejante a las criaturas. Tenemos que apartarnos del mundo. Tenemos que elevarnos encima de la tierra y del cielo cuando pensamos en este Verbo. Alguien quizá podría preguntar: “¿Es posible que este Verbo haya estado en el comienzo antes que existieran los cielos y la tierra?” Entonces, San Juan, respondiendo separa a este Verbo de todas las criaturas. Bien podría haber dicho: “Cuando yo les hablo de este Verbo, es preciso que ustedes vengan a Dios, porque él es Dios.” Entonces, considerémoslo como una eternidad que no pertenece ni a las criaturas, ni a los cielos ni a la tierra, ni a ninguna cosa que pueda existir.
No obstante, aquí el Evangelio traza una distinción entre Dios y su Verbo. ¿Cuál es la diferencia? No es una diferencia de esencia, porque siempre quiere decir que este Verbo es Dios. La conclusión a la cual tenemos que arribar es que, siendo que tenemos solamente un Dios, y que solamente hay una simple esencia en él, que Jesucristo, el Verbo eterno que aquí se menciona, no era diferente a Dios su Padre. Aun así siempre queda alguna distinción. ¿Cuál es?
Ahora, puesto que no podemos comprender aquello que está tan por encima de toda nuestra inteligencia y razón, los maestros antiguos han utilizado la palabra “personas.” Decían que en Dios había tres personas, no como cuando hablamos en lenguaje vulgar diciendo que tres hombres son tres personas, o como en el papado donde incluso tiene la audacia de pintar tres figuras grotescas diciendo, ¡He aquí, la Trinidad! Pero en relación con esto la palabra “personas” es para expresar las propiedades particulares de la esencia de Dios. La palabra “sustancia” o (como dicen los griegos) “hypóstasis” es más adecuada aun puesto que proviene de las Santas Escrituras. El apóstol la utiliza en el primer capítulo de la carta a los hebreos diciendo que Jesucristo es la imagen viva, el esplendor de la gloria, la imagen de la sustancia de Dios su Padre. Al hablar allí de la sustancia de Dios, no se refiere a la esencia. Allí se refiere a esta propiedad perteneciente al Padre, es decir, que él es la fuente de todas las cosas.
Ahora miremos a estas tres así llamadas hypóstasis. Veamos de qué manera concuerdan, conforme a lo que Dios nos enseña como ya lo he dicho. Porque estos son límites que no debemos exceder; y prestemos tanta atención a ello como lo requiere la exposición de este pasaje. Cuando uno habla de Dios es cierto que los hombres quedan confundidos sin saber cómo imaginárselo sin extraviarse en sus fantasías como dice San

Pablo. De esa manera resulta que están dados a demasiado orgullo en cuanto a su prudencia y sabiduría. Pero Dios los castiga de tal manera que ellos se encuentran en laberintos tan horribles que no pueden salir de ellos. Pero cuando permitimos que Dios, por medio de la Santa Escritura, nos acerque a sí mismo, sabremos en qué gran medida él será nuestro ayudador.29 Porque vendremos al Padre como a la fuente de todas las cosas. Entonces no podremos concebir al Padre sin su consejo y sin su sabiduría eterna. Entonces habitará una virtud en él la cual también percibiremos claramente. Es así como habremos de encontrar en la esencia de Dios estas tres propiedades.
Eso es lo que San Juan quiso decir con la expresión: “El Verbo era con Dios.” Si no hubiese ninguna diferencia no hablaría de esa manera. Porque, de lo contrario, sería incorrecto decir, “Dios estaba consigo mismo.” Entonces sabemos que este Verbo tiene alguna diferencia con el Padre celestial. Porque este Verbo fue engendrado antes que existiera el tiempo, si bien Dios siempre tuvo su plan y su sabiduría. No obstante, no debemos imaginar ningún principio. Porque no debemos decir que Dios haya estado sin juicio, sin plan y sin sabiduría. De manera que no debemos apartar y separar de Dios la propiedad de este Verbo diciendo que a nuestro juicio hubo un tiempo en que él no estuvo con él.31 Porque ello lo convertiría en un ídolo. Porque, como he dicho, los tres son solamente uno, y sin embargo, tenemos que distinguirlos, puesto que, como aquí se muestra, existe una distinción definida entre ellos. Pero esto nos recuerda la frase de un antiguo maestro la cual por ser excelente bien vale la pena ser recordada aquí.
“No puedo,” dice, “pensar en estas tres propiedades que me son mostradas en Dios a menos que mi mente las reduzca inmediatamente a una. Por otra parte me es imposible conocer a un único Dios a menos que considere las tres propiedades, a las cuales distingo con mis sentidos conforme a la claridad que me es dada en la Santa Escritura.” Es así cómo los creyentes conocerán a Dios. Conociendo al Padre conocerán su sabiduría, la cual es este Verbo que aquí se menciona. Vendrán más y más a este poder que hemos discutido. Cuando hayan conocido estas tres cosas ya no se extraviarán por este camino o aquel camino, sino que vendrán a esta única esencia – a saber que hay un solo Dios, incluso un solo Dios que ha creado al mundo de tal manera de no omitir nada de todo lo que se requería para lograr nuestra redención. Esto es lo que tenemos que notar con respecto a lo que se ha dicho, de que este Verbo era con Dios. Es decir, el evangelista quiso separar a Jesucristo de todas las criaturas, mostrándonos sin embargo, la distinción entre él y el Padre.
Ahora agrega, “Este Verbo era Dios” para expresar aun mejor lo que quería indicar, esto es, que Jesucristo no es una cosa creada que ha tenido un principio, sino que él es nuestro verdadero Dios. Algunos escasamente han entendido este pasaje. Alguien lo ha traducido neciamente diciendo, “Dios es el Verbo.” Porque si dijéramos que Dios fue el Verbo, entonces el Padre ya no sería Dios y el Espíritu Santo ya no sería Dios. Al contrario, San Juan quería decir que el Verbo es Dios, como diciendo que Jesucristo es con respecto a su deidad de una misma esencia con el Padre. De esa manera no excluye al Padre de la deidad, pero demuestra que en Dios hay una sola esencia. Si bien había una diferencia entre Dios y su Verbo, no obstante, tenemos que volver siempre a esta simple proposición, de que es un solo Dios a quien tenemos que adorar. Ciertamente, los herejes de la antigüedad se han esforzado en pervertir este pasaje como para no ser constreñidos a confesar que Jesucristo era nuestro verdadero Dios. Pero aquí vemos que San Juan habla tan claramente de la eternidad de este Verbo que no queda lugar para tergiversaciones o subterfugios.
Luego agrega: “Este Verbo era en el principio con Dios.” Estas dos palabras no las había dicho juntas. Había dicho, “Este Verbo era en el principio” y “era con Dios.” Ahora une a las dos. Es por eso que tenemos que contemplar a Jesucristo de tal modo de no pensar que él no es verdadero Dios ni de la misma esencia con el Padre. Ciertamente, ha sido creado con respecto a su naturaleza humana, pero nosotros tenemos que ir más allá y conocerlo como a

nuestro eterno Dios; de tal manera es él nuestro Dios que es la sabiduría de su Padre la cual desde siempre ha estado con Dios. Ese es entonces, el resumen de ello. Ahora, al recordar esta exposición (simplemente expresada) ella será suficiente para instruirnos para nuestra salvación. Ciertamente es todo lo que necesitamos saber al respecto.
Porque si venimos aquí para disputar neciamente nos ocurrirá (como ya lo he dicho) lo mismo que a los papistas. Además, notemos que es un estudio necio esforzarnos para confirmar lo dicho aquí por el evangelista mediante la enseñanza de los filósofos antiguos. Hay personas que tratan de hacer eso. Es cierto, en Platón hallaremos que había una inteligencia en Dios. Porque al hablar de Dios afirma que Dios siempre tenía su inteligencia en sí mismo. Casi todo los demás filósofos hablan de esa manera. Ahora aquellos que son tan curiosos como para querer hacer concordar a los filósofos con la Santa Escritura piensan que le hacen un gran servicio a la iglesia Cristina cuando pueden decir que los evangelistas no han sido los únicos en hablar así, y que incluso los paganos han sabido bien estas cosas. ¡Es muy apropiado; Como cubrir con un velo una visión clara. Aquí está Dios que se nos presenta claramente mediante la doctrina de su evangelio, y nosotros vamos a cubrirlo con un velo diciendo, “Mira esto! Tu claridad será aun más clara.” Es totalmente cierto que Dios quiso que estas mismas cosas pudiesen ser conocidas por los filósofos paganos para que sean tanto más inexcusables delante de su majestad. Pero eso no significa que su doctrina tenga que ser confirmada por lo que ellos han dicho. Porque el hecho es este, cuanto más creían que se estaban acercando a Dios, más lejos se estaban extraviando. Así se cumplen estas palabras pronunciadas por San Pablo contra toda la humanidad. Todos aquellos que quisieron ser demasiado inteligentes, que no buscaron a Dios con la reverencia y humildad con que debían hacerlo, han caído en la profundidad del error. Y ello es un castigo justo de parte de Dios si venimos así para contaminar su doctrina, clasificándola entre los necios inventos de los hombres.
Ahora prosigamos. El evangelista dice: “Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho. “Habiéndonos asegurado de la esencia eterna del Verbo de Dios, San Juan agrega una confirmación para mostrarnos su eterna deidad, a efectos de que estemos más seguros de cada cosa. “Todas las cosas” dice, “fueron hechas por él.” Nosotros conocemos la esencia de Dios no solamente por lo que podemos comprender de él, sino también por su creación mediante la cual se declara a nosotros. En ese momento y allí, esto es cuando la Escritura se ocupa de ella, ella es hecha visible. No solo visible, sino que San Pablo va más allá diciendo que aunque fuésemos ciegos podríamos palparla con la mano. Así que, cuando nuestros ojos se hayan cerrado podemos conocer este poder de Dios. ¿Y de qué manera? Teniendo en cuenta que está en nuestro interior. ¿En quién vivimos y nos movemos y tenemos nuestra sustancia? En Dios, quien nos ha dado vida con su aliento y por medio de quien subsistimos. Esto es lo que nos muestra San Juan diciendo que todas las cosas fueron hechas por él.
Sabemos entonces que el Verbo de Dios ha sido desde el principio, siendo nuestro Dios. ¿Y cómo podemos saberlo? Ciertamente, no podíamos llegar tan alto. Y sin embargo, Dios ha descendido a nosotros, incluso Dios con su Verbo, de tal manera que podamos conocerlo,32 aunque nuestros sentidos no llegan tan lejos y no podamos ascender por encima de las nubes somos constreñidos a saber que este Verbo realmente es Dios. ¿Cómo? Porque todas las cosas fueron hechas por él. El apóstol a los hebreos lo pone así: “Confesemos que el Verbo de Dios es eterno.” ¿Por qué? Porque mediante su Verbo fueron hechas todas las cosas. En el capítulo 17 de Hechos San Pablo dice también que Dios no se manifestó sin un gran testimonio a efectos de que nosotros podamos verlo a él en toda su creación. Puesto entonces, que todas las cosas fueron hechas por medio de su Verbo nosotros debemos saber que él es nuestro Dios eterno. Algunos herejes creen que el Verbo de Dios tuvo un principio en la creación del mundo, ya que no se lo menciona sino cuando el mundo es creado. Como

dice Moisés: “Dios dijo, ‘Sea la luz,1 y la luz fue,” etc. Con esto ellos quieren inferir que fue entonces cuando comenzó a existir el Verbo. ¿Realmente? Al contrario, basados en ello debemos concluir más bien que el Verbo es eterno. Porque si una persona comienza a hacer algo, ello no quiere decir que anteriormente no existía. Y si así es con respecto a las criaturas, ¿acaso no es aun más cierto con respecto a Dios?
De manera entonces, aunque el Verbo de Dios no derramó su poder antes de la creación del mundo, ello no significa que no haya existido antes. Eso es lo que San Juan quiere decir expresándose de esa manera, esto es, cuando dice, “todas las cosas son hechas por este Verbo.” Notemos además que cuando se hace mención de Dios el Padre y de su Verbo, decimos que todas las cosas son hechas por33 su Verbo; y esta palabra “Verbo”34 únicamente es atribuida a Jesucristo. Ciertamente, cuando nos limitamos a hablar de Dios, sin distinción de personas, bien podemos decir que todas las cosas son hechas por y a través de Dios.35 Pero cuando existe alguna distinción como en el caso de este pasaje, la propiedad que pertenece a Jesucristo es esta de que “todas las cosas son hechas por él.” La diferencia de personas que he mencionado es esta: que todas las cosas provienen de Dios el Padre, pero por medio de Jesucristo.
Eso es lo que San Juan quería decir. Es como si dijera: “Dios hizo, por medio de su Verbo, todas las cosas.” Entonces Dios declara que él es la fuente de todas ellas y que todas las cosas habían de ser hechas por él, por medio y en el poder de su Verbo. Y sin él ^6 nada de lo que ha sido hecho, fue hecho. San Juan repite así esta oración, no solamente por su forma de decir la misma cosa de dos formas diferentes, sino por causa de la ingratitud de los hombres. Porque aunque uno les diga que todas las cosas son hechas por Dios, por medio de su Verbo37 ellos no lo captan.38 Vemos que las criaturas de Dios no nos tocan en lo más profundo;39 somos tan estúpidos y tenemos tan embrutecidos los sentidos que no podemos captarlas cosas tal como nos son presentadas.
Entonces, a efectos de expresarlo mejor San Juan agrega, “sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho.” Como diciendo, “Y qué desventurados41 somos si no recibimos este eterno Verbo de Dios, ya que por medio de él fuimos creados. Esto es, por medio de él fue hecho el mundo, los cielos, las estrellas, y la tierra que produce nuestro alimento. En resumen, todas las cosas buenas nos fueron dadas por medio de este Verbo. De manera entonces, viendo que nuestra vida procede de él tenemos que aferramos a él únicamente y rechazar todo aquello que nos puedan proponer en sentido contrario. Existe otra exposición que depende de la posición de las palabras. No es que estas sean cambiadas, sino que son tratadas en forma diferente. De modo que algunos leen: “Todas las cosas fueron hechas por medio de este Verbo, y sin él nada fue hecho,” y allí terminan la frase. Luego agregan: “Todo lo que fue hecho fue vida en él.” Pero es una declaración impropia. Por cierto, el sentido que le imprimen es muy bueno. Porque tienen la misma exposición que nosotros. Pero es una forma extraña de hablar. Porque no dice que las criaturas sean vida, sino que ésta es atribuida a Dios. Como lo dice San Pablo a los romanos: “El Espíritu es vida por la libertad que nos fue dada por medio de Jesucristo.” En resumen, cuando miramos lo que dice la Santa Escritura en su totalidad, nunca dice que seamos vida en nosotros mismos, sino que Dios mismo es el único que tiene vida, no solamente vida espiritual, sino aquella vida de la cual todas las cosas tienen su existencia, y por la cual vivimos nosotros, y que nosotros tenemos vida y aliento en él, como ya lo he demostrado en base el pasaje de San Pablo.
Así vemos entonces la verdad de esta expresión, de que nada de lo que fue hecho, fue hecho sin el Verbo de Dios. Esta es la forma de lectura que se ha encontrado en todos los maestros griegos más antiguos y en otros expositores. No hay ninguno que no la expusiera de esta manera. Sin embargo, hemos de notar que los maniqueos quisieron pervertir este pasaje (diciendo: “Todo lo que fue hecho en él, fue vida”) a efecto de probar sus opiniones necias de que todas las criaturas son vivientes, esto es, rocas, árboles, trigo, cebada. Conforme a sus

fantasías todo ello era viviente, do modo que no se atrevían a comer pan si previamente no era santificado por Dios. ¿Y por qué no? Ellos decían: “Tiene que ser Dios quien come esto.” El diablo los poseía y sin embargo, presentaban pasajes de la Escritura y abusaban de ellos a efectos de probar sus necias especulaciones. Ciertamente, de paso quería mencionar esto para mostrar que el diablo siempre ha tratado de pervertir la Santa Escritura. Sea como fuere, si buscamos la verdad de Dios hallaremos que es pura y santa. El diablo nunca podrá maquinar42 nada contra ella a efectos de apartarnos de ella, porque es algo evidente ante nuestros ojos de modo que será nuestra propia culpa si no la vemos en su pureza tal como Dios nos la ha revelado.
Veamos ahora el sentido natural. Después que San Juan dijo: “Sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho sin este Verbo,” agrega “En él estaba la vida.” Aquí quiere indicar dos cosas. Esto es, así como cada cosa fue creada una vez por el poder del Verbo de Dios, todas las cosas también permanecen y son preservadas por este poder y por este mismo medio. Hay dos cosas que tenemos que considerar adecuadamente. Una es que tenemos principio y vida por medio de este Verbo. La otra es que somos sustentados por medio de él – y no solamente nosotros, sino todo el mundo. En el principio no solamente fue creado el mundo por medio de este Verbo, sino que ya no existiría si no fuese preservado en esta misma condición y por este mismo medio. Por eso (como he dicho), recordemos bien estas dos cosas señaladas aquí por San Juan.
En primer lugar nos declara entonces, que nada de lo que ha sido hecho, fue hecho sin este Verbo. ¿Cómo? ¿Acaso quiere exceptuar alguna cosa que no fue hecha? Es como si quisiera decir que los ángeles no fueron creados. No, no. No es eso, sino que quiere mostrar que no tenemos nada que no dependa de Dios y que no tenga su existencia en él. Es cierto que los ángeles tienen una naturaleza muy noble. No obstante, ellos existen por medio de este Verbo, y en él son establecidos. De otra manera no perdurarían. Como tampoco no existe nada en el mundo que no sea preservado por medio de este mismo Verbo.
Aquí somos amonestados en cuanto a la pobreza que habría en nosotros si no fuera porque Dios en su gracia nos sostiene. Es por eso que el salmista dice que tan pronto Dios nos quita su Espíritu, somos como polvo, totalmente desvanecidos. Es cierto, allí habla de criaturas y de cosas corporales. Pero vemos igualmente que todo lo demás es sustentado seguramente por medio del poder de este Verbo. Aunque tenemos que subsistir por medio del Verbo de Dios, tenemos que notar que por medio de él hemos comenzado a tener vida. ¿Y quién nos declara esto? El evangelista. Es todo conforme a lo dicho por el apóstol en el primer capítulo a los hebreos. “El Hijo de Dios es el resplandor de su gloria o la imagen de la sustancia de Dios su Padre y quien43 sustenta todas las cosas por su43 palabra.”44 Allí dice “palabra,”45 pero lo dice con tal significado que no se refiere únicamente al poder del Hijo de Dios, sino también a un ordenamiento admirable y a un orden bien definido que él ha puesto en las cosas creadas, ya que él es la Sabiduría de Dios. Y nosotros podemos contemplarlo en todas las criaturas, puesto que él sostiene todas las cosas por medio de su virtud y poder.46 Así es entonces, cómo tenemos vida y movimiento, y hoy habiendo sido sustentados47 en ella, continuamos mientras Dios nos preserva. Porque si dependiera únicamente de nuestro poder habríamos perecido en cualquier momento, si el Verbo de Dios no nos hubiera mantenido. Es en ese sentido que el evangelista dice, “Este Verbo era vida.” No es sólo que todas las cosas fueron hechas por él, sino que ellas tienen que ser establecidas en él y él las mantiene en su existencia.
A continuación agrega: “La vida era la luz de los hombres.” ¿Y por qué agrega esto? Por dos razones. La primera es que, habiendo conocido el poder de Dios y la virtud de su Verbo en todas partes, tanto arriba como abajo, tenemos que considerar nuestra relación con todo ello. Porque ciertamente es razonable que contemplemos con mayor diligencia aquello que nos toca más de cerca. ¿De qué manera? Debiera yo conocer la bondad de Dios viendo

que preserva a caballos y bueyes. Es lo que nos declara David diciendo que él da alimento a cada bestia. Por otra parte veo la tierra que por el mandamiento de Dios da su fruto. Entonces, si miro a las bestias debiera conocer la bondad de Dios, que es manifestada incluso a asnos y perros, pero mucho más a mí mismo. Incluso en esas cosas se acerca Dios para nacerme sentir su virtud. Me da el pan con el cual soy alimentado. ¿Y no he de ser tocado profundamente por tantos beneficios? Es cierto. Además, porque cuando uno habla de las obras de Dios uno habla especialmente de los nombres, porque Dios declara su virtud en mayor medida y más excelentemente en nosotros que en otras criaturas.
Entonces, ciertamente, Dios quiere ser magnificado tanto en los cielos como en la tierra, y en todas sus obras que nosotros vemos; pero mayormente en el hombre, porque sobre él ha estampado su imagen más que sobre todas las demás criaturas. Porque no dijo del sol, de las estrellas ni de ninguna otra criatura por muy excelente que sea, “Aquí haré una obra maestra que será a mi imagen y semejanza.” De manera entonces, habiendo hablado el evangelista de la virtud del Verbo de Dios, que se extiende a todas las criaturas, ahora se refiere a los hombres. Con ello muestra que si los hombres contemplan la bondad de Dios en todo lo que ven, seguramente también la tienen que considerar en sus propias personas. Aunque Dios nos ha hecho el honor de ser magnificado en nosotros, de manera que aun los paganos han dicho que el hombre es un pequeño mundo,48 ya que en él se ve una obra maestra que supera a todas las demás, tenemos buenos motivos para conocer en él la virtud y el poder de Dios. Es cierto, en todas sus criaturas podemos contemplar a Dios, pero cuando él se manifiesta en el hombre, lo vemos a él, como de cara. Cuando lo consideramos en otras criaturas, lo vemos oscuramente, como de espaldas. Entonces, si bien se puede decir que Dios es hecho visible en otras criaturas, en ellas solamente vemos, por así decirlo, sus pies, sus manos, y su espalda. Pero en el hombre es como si viéramos su rostro. No es que ese sea su rostro de modo que lo contemplemos en perfección. No quiero decir eso. Porque no estoy hablando de cosas divinas, sino solamente de aquellas que Dios quiere que sean conocidas en este mundo, arriba y abajo.
Esa es entonces, la suma de lo que dice San Juan, que “la vida era la luz de los hombres.” Como si dijera, “Ciertamente hay una vida que fue derramada sobre todas las criaturas. ¿Y qué vida? Así como todas las cosas son hechas y preservadas por medio del Verbo de Dios, existe sin embargo, algo más excelente en el hombre, esto es, alma, inteligencia y razón. Porque una persona no será insensible como una piedra. No será carente de sentido y razón como las bestias. En cambio, tiene una vida más excelente, para contemplar las cosas que están más allá del mundo.
En consecuencia agrega ahora, “La luz en las tinieblas resplandece, y las tinieblas no prevalecieron contra ella.” Esto lo dice especialmente porque la luz49 que Dios puso en el hombre está casi extinguida totalmente. En efecto, a juzgar por lo que ahora vemos en los hombres mortales, no estimaremos en gran manera la gracia de Dios. Porque si bien el hombre ha sido creado a la imagen de Dios, ha sido desfigurado por el pecado. ¿Qué vemos entonces en los hombres? Vemos allí una imagen de Dios que es totalmente deformada y manchada, puesto que el diablo la ha ensuciado con el pecado. Pero aunque los hombres, siguiendo las sugerencias de Satanás, extinguieron el resplandor50 de Dios; sin embargo, el diablo no ha podido hacer tanto con sus estratagemas que el resplandor de Dios y no brille en medio de las tinieblas. Eso es lo que San Juan quiere demostrar. Como si dijera: “Es cierto, mis pequeños, que si en los hombres hubiera permanecido lo que les fue dado originalmente ahora sólo veríamos la gloria de Dios resplandeciendo en todas partes, en lugar de lo que vemos, que su imagen ha sido tan desfigurada. Sin embargo, de todos modos es cierto, que aun percibimos algún resplandor de Dios que ha quedado allí y alguna chispa de su luz.
Esto es lo que el evangelista quiso indicar. Omito otras cosas porque el tiempo no nos permite hablar más de ellas, y ya he hablado demasiado. No obstante, debemos notar que la

luz51 del conocimiento de Dios que los hombres tienen es suficiente para ser convencidos y entregados sin excusa delante de Dios. Nosotros podemos creer lo que queramos, pero Dios declara que somos tinieblas. ¿Y cómo? No lo atribuyamos a Dios, sino a nuestro pecado. Ahora Dios tiene que iluminarnos por medio de su resplandor. De otra manera no habría sino tinieblas en nosotros, y seguramente tropezaríamos si diésemos un paso adelante sin su guía. Y no obstante es cierto (como ya lo he dicho) que Dios no nos ha dejado tan desprovistos que hayamos quedado totalmente abandonados por él sin que haya quedado ninguno de sus dones en nosotros. Y para que sea así existe alguna semblanza de religión en los hombres. Aun conservan reliquias de su creación original. Así vemos que incluso en los más malvados y depravados existe cierta impresión de la imagen de Dios. Ello nos hace tanto más inexcusables. En la medida en que no hayan hecho uso de ella tanto más pesada será su condenación. Será doblemente pesada. Entonces, así es cómo, a pesar de haber sido tan corrompida nuestra naturaleza, todavía retenemos alguna chispa de la gracia que Dios puso en nuestro padre Adán. De manera que esta afirmación es cierta que “La Luz resplandece en la tinieblas.”
Sin embargo, el evangelista dice, “Las tinieblas no prevalecieron contra ella.” Con lo cual demuestra la ingratitud de los hombres. Dios hace brillar su luz en nosotros. Su Verbo brilla allí. No obstante, con nuestra maldad oscurecemos esa luz. Ciertamente, el evangelio mismo es para nosotros una declaración y manifestación de esta luz. Pero la maldad e ingratitud que hay en nosotros extinguirían enteramente la luz en nosotros si no fuera que Dios lo ha remediado por un infinito poder y su bondad. Esto es lo que San Juan quiere mostrarnos en este lugar. Sin embargo, comienza a prepararnos para lo que va a decir después, esto es, el propósito con el cual este Verbo (que es Jesucristo) nos fue enviado por Dios el Padre. Es para que él pudiera ser manifestado ante nosotros en carne para nuestra salvación. Entonces quiere mostrarnos el misterio de nuestra redención y la necesidad que de ella teníamos diciendo, “no hemos prevalecido contra la luz y¿ que estaba en nosotros.” Como si dijera: “De nada nos habría aprovechado tener la luz que resplandece en nosotros,53 si no hubiéramos sido redimidos tan maravillosamente, y si este Verbo no hubiera cumplido el amor de Dios hacia nosotros para restaurar la imagen suya que había sido borrada por nuestro pecado y desfigurada totalmente en el primer hombre.”
Así es cómo (digo yo) San Juan quiere prepararnos para que conozcamos el efecto de nuestra redención. Luego también quiso mostrarnos cómo el Verbo de Dios se manifiesta a sí mismo en sus criaturas, ya que todas las cosas son preservadas por su poder. Sin embargo, nos exhorta a conocer las gracias que Dios nos ha concedido, mediante las cuales superamos a otras criaturas, a efectos de que él sea magnificado. Además, para que sepamos esto, siendo que desde el principio nos ha sellado con su imagen viviente y que nos hace experimentar su poder, no es sino razonable que aprendamos a aferramos a este Verbo y a conocer, en términos generales, los beneficios que Dios ha dado a la humanidad, para que la claridad54 que por su gracia ha derramado sobre nosotros no pueda ser extinguida por nuestra maldad, sino que Jesucristo pueda habitar de tal manera en nosotros que, siendo guiados por el Espíritu Santo, podamos tener tal acceso al Padre que él pueda introducirnos a su gloria celestial.
Ahora, he tratado las cosas tan brevemente como pude, esperando siempre lograr el objetivo perseguido por el evangelista. Sin embargo, si algo he omitido porque no pude recordar cada cosa, que cada uno de ustedes diga lo que Dios le haya revelado al respecto. Y si existe alguna duda que sugieran las cosas, para que, declarándolas puedan ser explicadas y que así la iglesia de Dios pueda ser plenamente edificada, con ello no dejando que las cosas sigan en duda, sino que sean entendidas conforme a su verdadero sentido, después de haber sido adecuadamente discutidas y conforme a Dios.

NOTAS DEL TEXTO SERMÓN NO. 1
*Procedente de: Corpus Reformatorum, Calvini Opera, Vol. 47, pp. 465-484.
1. Los editores de Corpus Reformatorum usan “divinite,” pero “divinidad” en inglés moderno es ambiguo. De allí “deidad.”
2. HO LOCOS (griego), sermo (latín), la parole (francés).
3. TO RHEMA (gr.) verbum (lat.), le mot (fr.).
4. En su exégesis Calvino era muy fiel al principio según el cual todas las partes del Antiguo Testamento no estaban necesariamente cumplidas en “Evangelio.” Lea su comentario sobre Génesis 3:15.
5. O historias, solamente que algunas personas piensan que una historia normalmente no es cierta.
6. Fr. conversé, usado en el antiguo sentido del latín.
7. Padres judíos del Antiguo Testamento, o Patriarcas. Hablando a la gente común Calvino no habría usado una palabra como “Patriarcas,” sino más bien su equivalente coloquial.
8. Fr. le gage es una metáfora del prestamista medieval. Se refiere al artículo que uno deja como “prenda.”
9. Romanos 2:16.
10. Fr. announcé.
11. O completado.
12. Dios.
13. Dios en Cristo.
14. Cristo.
15. Fr. announcement, pensando en ellos primordialmente como escritores.
16. Fr. vertu apenas equivalente a “virtud.” Calvino pensaba en el sentido del latín que también incluye poder.
17. Fr. histoires.
18. Nuevamente el Fr. le gage. Vea nota anterior 8. Compare también TON ARRHABON de II Cor. 2:22, 5:5, Ef. 1:14. No es ni “prenda” como en King James, ni “garantía como dice la Revised Standard tratando de expresar la idea. En esta era de compras a plazo quizá tendríamos que decir que Jesucristo es el primer pago, mediante el cual sabemos que seguirán otras cuotas de su amor siempre y cuanto aceptamos la primera cuota, no obstante esta metáfora no debe ser forzada. Compare también con el Lt. pigmus en la Vulgata, en pasajes citados, que literalmente significa una promesa, prenda, empeño, seguridad, garantía, y figurativamente una muestra, prueba. La idea detrás de la palabra latina es que Dios no haría semejante pago, como el de sacrificar a su Hijo unigénito para asegurar nuestra respuesta a su amor, si luego no seguiría derramando su amor sobre nosotros.
19. Fr. faire hayr es un intensivo aliterado carente de equivalente exacto en inglés moderno. 20. Fr. felicité aquí quizá sea “dicha.”
21. Fr. ou.tre measure.
22. Fr. caduque es palabra onomatopeyica, cuyo significado varía abarcando desde una leve debilidad hasta la putrefacción completa, dependiendo de la forma en que la palabra es dicha. 23. Fr. rejouir y s’éjouir. El segundo intensivo sugiere, por supuesto, que los así llamados regocijos son incomparables con el gran gozo que tenemos en Jesucristo.
24. La persona de Cristo.
25. Fr. ce mot de Parole.
26. Fr. le. mot.
27. Fr. le parole.
28. Fr. propriété, usado en el sentido de su fuente latina.

29. Fr. mestier, usado en el sentido de ministro en latín. 30. La Parole.
31. LeDieu.
32. Dios.
33. De Dieu et par sa Parole.
34. Fr. ce mot de Par. Dudo que Calvino quiera distinguir entre Par y Parole. Parler y Parole deriva ambos del latín parabolare.
35. Fr. de par dieu. En su mente Calvino está jugando un poco con la raíz par, si bien la preposición par es derivada del latín per.
36. Fr. sans icelle (feminino). Evidentemente La Parole no es personalizada en los pronombres, si bien La Parole misma esté con mayúscula. Por supuesto, en inglés sonaría mal decir que sin Ella nada fue hecho.
37. Fr. par sa Parole.
38. En la versión King James aparecen deliberadamente ambiguas las palabras “apprehend” y “comprehend.” El texto dice: (1) Ellos no lo entienden. (2) Y si lo entienden, no lo asimilan rápidamente.
39. O bien, no nos cargan con vida.
40. Nuevamente un doble significado como un “apprehend.”
41. Fr. malheureux, el opuesto de bien-heureux que se encuentra en las bienaventuranzas.
42. Fr. machiner.
43. El Hijo.
44. Parole sin mayúscula. La “palabra” o “sabiduría” del Hijo por ser la “Palabra” o “Sabiduría” del Padre.
45. Fr. du mot de Parole.
46. Fr. sa vertu et puissance ; puissance siempre se traduce como “poder”; vertu a veces indica “virtud” y a veces “poder” y a veces ambas cosas al mismo tiempo.
47. Fr. vescu, vivido.
48. El término filosófico es “microcosmos.” Normalmente, en tales casos, Calvino no usa griego, sino más bien francés coloquial.
49. O inteligencia clara.
50. O luz clara.
51. Fr. ciarte, que normalmente he traducido como “claridad.” La lumlére es la palabra para “la luz.” Ciarte aquí también puede ser traducido como “diáfono” o “transparencia,” una de las virtudes de Calvino como expositor.
52. Nuevamente, la ciarte, distinguida con respecto a la lumiére, que es Cristo.
53. Fr. la ciarte qui luit en nous.
54. La ciarte.
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Luis Villegas Burgos Pregunta respondida 14 de junio de 2024
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